La primera cuestión que me llama la atención es la identificación de la autoría de la carta con Santiago el hermano del Señor, no del apóstol Santiago. Precisamente al principio de la carta el mismo autor no se identifica como apóstol, sino como “siervo de Dios y del Señor Jesucristo”, quizás si hubiera sido el apóstol Santiago, se habría identificado de esta manera, al igual que Pablo hacía y quizás con más razón incluso que Pablo, ya que el mismo Pablo se considera así, “Yo soy el más pequeño de los apóstoles, y no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios” (1 Corintios 15:9).
Esta carta estuvo en disputa en el canon bíblico porque no circulaba en todas las iglesias al principio, cuestión que es normal en cierto sentido y que pasó también con otras cartas que merecen ser al igual que Santiago estar en el canon bíblico. Resulta que no había tanta comunicación entre las primeras comunidades cristianas en este tiempo y quizás no tuviese tanta circulación como las cartas del mismo apóstol Pablo. Por otro lado también habla de un tema que contrasta con uno de las doctrinas más tratadas en el Nuevo Testamento y que es la salvación por la fe. Santiago nos habla de que “la fe sin obras es muerta”. Cuando nos adentramos en la carta se aclara que la fe de la que habla Pablo y Santiago son distintas, la fe de Pablo es la fe salvífica, la de Pablo es la fe del judío, en cuanto a las obras pasa lo mismo, Pablo habla de las obras en la salvación, que sabemos que no tienen cabida, pero Santiago habla de las obras como fruto de la persona convertida; Así que la contradicción es solo aparente, por otro lado seguramente Santiago escribió sin conocer los escritos de Pablo por tanto no se puede presuponer que se buscara ningún enfrentamiento o discordia, como decimos además los argumentos son complementarios como no podía ser de otra manera.
Lo que está claro es que la carta está llena de alusiones que resultan familiares en un contexto judío de creyentes que se dedicaban a labores agrícolas, dispersos en la parte más oriental del mediterráneo; Esta cuestión parece importante para dilucidar lo que Santiago nos dice en la carta, donde trata temas relacionados con las pruebas, la necesidad de ser sabios y la realidad social. En la época prácticamente no hay clase media, sino muchos pobres y algunos ricos, entre ellos también los destinatarios creyentes de la carta.
Las pruebas que nos vienen en la vida, más aún en este contexto social que hemos mencionado, hay que tratarlas de forma conveniente: La pasividad y la resignación no se ven en la carta, algunos lectores mal interpretan esto, ya que la resignación se puede confundir con el conocimiento de que Dios tiene control sobre todas las cosas y que aún puede usar esta circunstancia con un propósito, uno de ellos es el de madurar. Por otro lado otros pueden irse al otro extremo y es el de reaccionar a las pruebas de “mala manera”, de forma agresiva, dejando de confiar en Dios y en los demás y por consiguiente pecando, se trata de arreglar la situación no de empeorarla. Santiago nos propone un término mucho más sabio, de ahí que se hable de la sabiduría en este contexto. Por un lado necesitamos sabiduría y entendimiento para tratar estos asuntos y a menudo no los tenemos, pero Santiago nos revela que podemos pedir a Dios por ello y esto con fe, (1:5-6). Una de las claves precisamente es que es peligroso reaccionar de cualquier forma, en 1:19 nos indica que es mejor escuchar, ser lentos para hablar y no enojarse, y es que efectivamente nada de esto nos ayuda a arreglar la situación.
También Santiago habla a los ricos que son creyentes, los ricos de este mundo que no tienen a Dios en sus vidas, serán difíciles de persuadir y además poseen un corazón alejado de Dios, que los lleva al egoísmo. Santiago espera algo muy contrario de los creyentes, ya que si aman a Dios, deben de amar a sus hermanos, por tanto no se espera de estos ricos que han abrazado el evangelio que actúen como el resto del mundo, que por ejemplo no les importa incluso llevar a la cárcel a aquellos que no pueden pagar sus deudas, “matándoles” en sentido figurado. Estos ricos cristianos deben de ser, si son verdaderamente creyentes, personas desprendidas; No deben que tener favoritismos y ayudar a los demás, es decir que usar su riqueza con un propósito bien diferente al egoísmo, más bien como una herramienta de bendición.
En la carta a veces se tratan temas que no tienen una conexión aparente entre ellos, se aprecia cómo se trata un tema y después de hablar de otro, se vuelve al mismo ampliando el argumento doctrinal; En otras ocasiones se trata de un tema que no se vuelve a aparecer. Entiendo que aunque esto es así y no hay un hilo conductor demasiado claro, los temas forman parte de estos temas centrales como lo son las pruebas, la sabiduría y la realidad social de pobreza que existía y que aún sigue existiendo y que produce estos conflictos; Por otro lado la realidad social ha de cambiarse, pero con métodos adecuados y con confundiéndose. Una cosa es exaltar la pobreza y al pobre como un “ser elegido por Dios” y que por su condición social preferido por Él, como indica de forma errónea la así llamada teología de la liberación, que quiso cambiar la realidad desde el exterior sin que hubiera un verdadero cambio interior de la persona; Al final esto produjo una revolución social pero no personal, sus resultados fueron limitados y favorecedores de odio social, entendiendo que el pobre es bueno sólo por ser pobre y el rico es malo solo por ser rico, entiendo que la riqueza puede ser fruto y a menudo lo es de acciones viles y malvadas, pero meter a todo el mundo en el mismo saco puede ser demasiado simplista. Por ello, el pretendido cambio fue solo aparente y de hecho no perdurable, aún sigue existiendo esta realidad social y no sólo ha disminuido sino empeorado.
Santiago cambia el discurso hablando del poder de la palabra y del poder de la sabiduría espiritual frente a la sabiduría natural. La humildad y el amor finalmente son más poderosas que la violencia y la exaltación del odio social. El origen de esto también tiene que ver con lo espiritual, ante la necesidad no se pide a Dios, antes bien se prefiera la queja y el conflicto personal. Aún el que pide porque está necesitado, puede mostrar un corazón engañado y afectado, ya que pide de forma egoísta y para sus propios intereses, sin tener en cuenta a los demás.
Dicho de otra forma, la pobreza y la necesidad no aseguran la sabiduría y la pureza de corazón, no aseguran ser “buena persona”. Al final el ser humano es como es, aunque esté en distintas condiciones, sólo que unos tienen más posibilidad de mostrar como son en realidad y que tienen en su corazón, por tener más poder o capacidad, pero que en realidad todos somos iguales. La riqueza puede ser como el líquido de revelado de la fotografía antigua, solo muestra lo que ya hay. La experiencia de vida nos demuestra que una persona que critica a otra por como obra teniendo recursos o autoridad y que los ejerce de forma incorrecta y egoísta llega a hacer lo mismo cuando tiene la misma posibilidad y oportunidad. Así que la pobreza no asegura como decimos un corazón puro, ni es malo tener recursos si hay detrás un trabajo y esfuerzo personal genuino (aunque mayoritariamente no es así), lo que es malo es el amor al dinero; Una persona con recursos como decimos debería de compartir sus recursos e igualar la balanza social. Qué curioso que los que critican al cristianismo no se perciben de estas enseñanzas bíblicas, pero que por otro lado siendo humanistas, predican la igualdad social pero en la práctica lo que hacen es defender la desigualdad; No hay que ir muy lejos para ver esto se ve en la economía, pasando por la política: Los más buenos resultan ser al final corruptos y aquel que era pobre y explotado se convierte en un rico explotador.
Finalmente Santiago habla de otra realidad que a menudo se sobrepone a la economía y a las riquezas y es la realidad de la enfermedad, aquí la posición económica y social no pueden arreglarlo todo. Tanto la enfermedad física como la enfermedad espiritual (el rechazo de Dios) son cuestiones que no se arreglan con dinero, aquí el rico y el pobre están al mismo nivel. Y como ocurre a veces en la práctica en estas ocasiones se acude a Dios, porque verdaderamente aquí hay cosas que solo Él puede hacer. Llegados a este punto me acuerdo de las palabras de Jesús, que indica que la persona en sí es más valiosa que todo lo demás, Jesús valora el ser antes que el tener:
“Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” (Mateo 16:26)
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