Comentario 1, 2 y 3 Juan

Comentario 1, 2 y 3 Juan

Creo que en este caso la autoría de la carta de Juan no evidencia duda ninguna, aparte de aparecer términos similares y característicos del mismo evangelio, como la vida, la luz o la verdad, que conocemos del estilo del apóstol Juan, en 1ª de Juan 1:1-4 (RV60), lo deja bien claro cuando dice “lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida” ( v.1) y también “lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos”; Aquí podría pensarse que este plural de “lo que hemos…visto, oído, palpado”, podría ser una referencia a los apóstoles, pues ellos son los únicos que pueden tener la condición de serlo por ser testigos directo de Jesús y su ministerio, como bien indica en Hechos 1:21-22, “Es necesario, pues, que de estos hombres que han estado juntos con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús entraba y salía entre nosotros, comenzando desde el bautismo de Juan hasta el día en que de entre nosotros fue recibido arriba, uno sea hecho testigo con nosotros de su resurrección”, como observamos el plural aquí se usa de Nuevo el “nosotros”; Así que Juan se identifica como uno de ellos en esta carta y por tanto autor de la misma.

Es importante conocer el contexto de los destinatarios para comprender lo que Juan va a decir, entre ellos la presencia de faltos maestros. Cuando pensamos en falsos maestros pensamos en alguna persona que está predicando una doctrina diferente, y es así, pero en este caso hay una doctrina bien identificada: La negación de la humanidad de Cristo. Resulta interesante que esta sea la doctrina falsa, cuando la lucha precisamente de los primeros cristianos era la negación de la divinidad de Cristo, entre ellos los mismos judíos, que rechazan que Jesús era el hijo de Dios, puesto que esto suponía identificar a Cristo con la misma esencia divina. Aquí esto también tiene que ver además con el gnoscitismo.

El gnosticismo era una filosofía religiosa muy extendida por todo el oriente de influencia griega, tal cual es el caso de los destinatarios de esta carta (Éfeso y alrededores, en Asia Menor). Esta filosofía tiene una visión “dualista” de la realidad, es decir, contrapone el espíritu y la materia. El espíritu relacionado con la divinidad, “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren“, (Juan 4:24). Los gnósticos entienden que la divinidad es trascendente y alejada de la materia. La materia es intrínsecamente negativa según los gnósticos, y todo contacto con ella contamina. Así que esta “realidad material” no es deseable y debemos huir de ella, la vía de escape es la “gnosis” o conocimiento (el mal tiene que ver más que nada con la ignorancia antes de un aspecto espiritual), así que se hace necesaria una especie de revelación superior.[1] Con estas premisas comprendemos (pero no compartimos) que para los gnósticos es difícil imaginar la humanidad de Cristo; Pues bien esta es la herejía que encontramos en esta carta.

Estos maestros predicaban contra esta naturaleza humana de Cristo, añadiendo seguidores, esto se traducía en la práxis en una vida aparentemente madura pero desconociendo lo que Dios manda y por tanto un descuido en obedecer los mandamientos y la posibiliad de salvarse a sí mismo. Aquí la fe es subjetiva: Interesa más la experiencia o una serie de conocimientos que “iluminan”, que dependen más de la razón o la emoción antes que en el obedecer a Cristo. Como maestros aparentemente “avanzados” se creen más sabedores de la revelación de Dios que los demás, son autónomos en su relación con Cristo, interpretando como les parece (no dependen de ninguna autoridad) la Palabra de Dios y por tanto distanciándose de la guía y autoridad de la iglesia. Diluyéndose en el autoconocimiento, en la vida interior, para emprender su propio camino (su propio evangelio, evangelio a la carta) y aun atrayendo seguidores (es fácil engañar desde esta plataforma). La obendiencia a la Palabra destruye toda subjetividad y el amor a los demás toda superioridad.

 Aun otras dos herejías eran predicadas, el docetismo, Cristo no era humano sino que solo lo parecía y el cerintianismo, donde niega que el Espíritu Santo (siendo Dios mismo)  pudiese estar presente en la muerte y crucifixión de Cristo porque básicamente Dios no puede morir, así que descendió en Cristo Jesús en el momento del bautismo pero salió antes de su muerte.

Todo ello nos lleva a un contexto donde la herejía confundía a los creyentes en varios sentidos, es posible ser perfecto sin obedecer ni cumplir los mandamientos (conocimiento antes que obediencia), no hay reglas que cumplir por tanto y Cristo es Hijo de Dios, pero no pleno hombre, como nosotros.

Así que vemos aquí al apóstol Juan que en su evangelio defiende la divinidad de Cristo, defendiendo Su humanidad, y es que Cristo es totalmente humano y divino. Por otro lado necesariamente tiene Juan que defender la necesidad de obedecer la ley, no para salvación, sino como fruto necesario de nuestra conversión, lo contrario conduciría a una vida inmoral impropia de un creyente, así que Juan escribe esta carta y las siguientes para aclarar todo esto, el propósito de la carta puede ser bien resumido en 1 Juan 5:13, “Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios.” (RV60).

La carta usa la comparativa, y lo hace en varios ciclos repetidos, por ejemplo, el pecado frente a la obediencia. Los maestros gnósticos predican una vida de perfeccionismo, Juan indica que esto no es posible, como es imposible, los gnosticos separan el hecho de la relación con Dios con su estilo de vida, aquí Juan tiene que decir “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros” (1 Juan 1:8), la clave para salir de esta condición no es la iluminación gnóstica, el pecado no es ignorancia intelectual, es separación de Dios. No existe revelación que añadir fuera de la palabra de Dios, la clave es la confesión, “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.” (1 Juan 1:9).

Otra cuestión que aborda Juan es el amor a los demás, el no amar a los hermanos o dividir la iglesia (una de sus muchas consecuencias) es una evidencia de que no ha habido una verdadera conversión, porque de nuevo el amar a los demás es un fruto de ello. Pero el amor no se queda aquí, se revela también que hay que amar (a Dios, a la iglesia, a los hermanos), pero “no amar”: Al mundo y a su estilo de vida disipado y contrario a la voluntad de Dios. Aquí aparece una referencia a las mismas tentaciones de Cristo, ya que Cristo fue tentando con la misma vanidad del mundo, como son, los deseos de la carne, los deseos de la vista y el orgullo de la vida.

Finalmente una tercera argumentación de la herejía es negar que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios.

En un segundo ciclo argumental, (capítulos 2 al 4) Juan enfrenta el pecado frente a la justicia, el amar a los demás frente al egoísmo y el reconocimento de Cristo, es decir una cristología correcta. En el tercer y último ciclo argumental, (capítulos 4 y 5) Juan presenta las evidencias que acompañan a los creyentes verdaderos, frente a aquellos que no lo son y frente a los falsos maestros, entre ellas el amor a los demás, “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Juan 13:35). También Juan nos habla de la certeza que el mismo Espíritu Santo nos da de que somos salvos y de nuevo una alusión a una verdadera cristología.

Finalmente el apóstol habla de la presencia de pecado en la vida, que bien puede indicar que la persona nunca hizo una decisión verdadera en Cristo Jesús y que por tanto, nunca fue salvo, por tanto, aquí el pecado es mortal en cuanto que lleva a la muerte espiritual, no porque el pecar nos hace perder la salvación, sino porque el que practica el pecado nunca gustó la salvación.

2 y 3 de Juan

Cuanto abordamos estas cartas, la abordamos desdes el contexto de la primera epístola. Los argumentos anteriores vuelven a aparecer: el amor a los demás y el cumplir los mandamientos, así como una cristología correcta. Añade además una cuestión práctica: No se debe caer en el error de permitir que los falsos maestros utilicen la iglesia y la predicación como plataforma para sus falsas doctrinas, pero más aún, tampoco apoyarles económicamente ( no recibirles).

Esta hospitalidad que se ve por ejemplo en el hermano Gayo (3 de Juan)  destaca por recibir a los hermanos y apoyarles económicamente (más aún cuando la iglesia estaba siendo perseguida y contaba con pocos recursos), pero es negada, como decimos,  a los falsos maestros.

 

José A. Cervero 2019

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