Herederos de la Reforma

Herederos de la Reforma

herederos de la reformaNo somos herederos de los dogmas. No son nuestras las tradiciones. No heredamos estructuras anquilosadas que quieren sobrevivir, ni monumentos estáticos que venerar. No. Nuestra herencia es la Libertad. La verdadera libertad. Y ya van 500 años desde que se refrescó la propuesta que Jesús traía al mundo desde Oriente Próximo.

Clavada en la puerta de una catedral de Alemania, en aquel muro social de la época, un indignado plasmó 95 tuits que desencadenarían un movimiento que terminaría dando forma a la Europa moderna.

Martín Lutero lo publicó, echó el pan a las aguas, y las corrientes sociales la llevaron por todo el continente y más allá de los océanos. Sí, con luces y sombras, pero conformando los valores sobre los que construimos hoy nuestras sociedades libres.

Para ello, se desempolvó el documento que nos acercaba a la Vida de Jesús, La Biblia, y fue puesta en manos de todos. La protagonista era la

Sola Scriptura.

Ella sola es indomable. No es un hombre el que tiene la última palabra, no hay espacio para los déspotas, no hay poder absoluto que pueda acallar tu conciencia. Si Dios ha hablado, si ha venido, entonces nosotros podemos escuchar, conocer y experimentar la verdad. Ser verdaderamente libres. Si no, la opinión del más fuerte siempre prevalece. Pero nosotros, la Reforma, confiamos en que hoy, desde el libro, El sigue hablando.

Por eso volvemos constantemente al texto, por si en el camino le hemos añadido palabras de hombres. Y seguimos reformando.

Para eso dependemos de

la Sola Gracia.

Volver a creer en la bondad de un Dios compasivo, tan lejano de nuestros propios conceptos que distorsionan la verdadera espiritualidad y que no muestran al Dios del que nos habló Jesús. Tendemos a la autojustificación y a ver en nosotros un valor por encima de los demás. Acostumbrados a la paja del ojo ajeno olvidamos nuestras vigas. Y volvemos a esclavizarnos a la filosofía de los méritos: “Tanto tienes, tanto vales.” Y debemos seguir reformándonos. Porque olvidamos su perdón, que se extiende a todos por la

Sola fe.

Porque sin confianza, en Dios y en los demás, es imposible construir sociedades saludables y justas. Porque los justos viven por la fe, confiando. No en el orgullo de creernos los mejores, sino reconociendo nuestras limitaciones humanas y descansando en el amor de un Dios que se ha entregado a sí mismo por mi. Que no demanda. Se da y nosotros, como consecuencia por lo que Él ha hecho, nos damos a Él y a los demás. Pero nuestra autosuficiencia nos juega malas pasadas. Por eso debemos seguir reformando.

Y volver a poner nuestra mirada hacia

Solo Cristo.

Todo tiene sentido con Él. Su proyecto ha sido y sigue siendo la esperanza para un mundo roto. Que se puede reparar. Por su vida y su muerte entendimos el rumbo de nuestra vida. Y su resurrección da sentido a la vida humana. La nuestra y la de los demás. Jesús, que a veces escondemos tras demasiadas tradiciones, formalismos y formulismos y acallamos su voz a través de otras voces. Por eso debemos volver a ponerlo en primer plano, y que siga hablando. Por eso debemos seguir reformando.

Porque no es destruir, es reformar, siempre. Por el uso, las cosas se gastan y se desgastan. Nuestra tarea es mantener la esencia del arquitecto pero hacer funcional el edificio para nuestra realidad, nuestro hoy y nuestro aquí. Sigamos. Es por eso que la iglesia reformada siempre está en reforma. Para darle

Solo a Dios la Gloria.