La Verdadera Conversión

La Verdadera Conversión

La Verdadera Conversión

Vivimos en un mundo lleno de influencias, voces que nos llaman en diversas direcciones, ofreciéndonos caminos aparentemente atractivos que nos llaman a cambiar de vida a tener una vida mejor. Pero, ¿cuál es la fuente confiable y constante que debemos seguir? Es la Biblia, la Palabra de Dios, que ilumina nuestro camino y nos revela la verdad que nos hace libres.

Hoy, nos adentrarnos en un tema crucial: la diferencia entre declarar una creencia y experimentar una conversión genuina. Es posible afirmar con los labios que creemos en Dios, pero ¿hemos permitido que esa fe transforme nuestra vida? ¿Hemos experimentado el poder de Cristo cambiando o transformando nuestras vidas de una manera que se vea y duradera?

Mucha gente cuando se le pregunta que si cree en Dios te dice que sí, pero si profundizas en su creencia, a menudo vemos que tiene que ver con una idea intelectual de Dios, o que cree en un Dios a su manera, que tiene una fe para lo que le conviene y otra para lo que no le conviene, y en definitiva que tienen celo de Dios, pero no conforme a ciencia.

La Escritura nos advierte sobre la posibilidad de tener una fe que no está basada en la verdad, es decir en la Palabra de Dios, una fe que suena bien pero que no ha arraigado en lo más profundo de nuestro ser

Vamos a ver juntos la importancia de basar nuestra conversión en la Biblia, sumergiéndonos en las Escrituras para descubrir el fundamento sólido que nos ofrece. No permitamos que nuestras vidas espirituales estén construidas sobre las arenas movedizas de las tradiciones humanas, las ideas cambiantes o las normas religiosas, sino sobre la roca inquebrantable de la verdad divina.

La conversión, según la Biblia, se refiere a un cambio fundamental en la orientación y dirección de la vida de una persona en respuesta al llamado y la obra de Dios. Este cambio implica alejarse del pecado y volverse hacia Dios. La conversión está vinculada a la fe en Jesucristo como Señor y Salvador, y es un elemento esencial en el proceso de salvación según la enseñanza cristiana. Por lo tanto si no hay transformación, si no hay cambio, no hay conversión.

Arrepentimiento: La conversión involucra un arrepentimiento genuino, un cambio de mente y corazón con respecto al pecado. Este arrepentimiento lleva a una decisión de apartarse del camino del pecado y volverse hacia Dios en obediencia.

Fe en Jesucristo: La conversión implica una fe viva y activa en Jesucristo como el Hijo de Dios, el Salvador y Señor. La persona convertida confía en la obra redentora de Jesús en la cruz y reconoce su necesidad de perdón y reconciliación con Dios.

Confesión de fe: La confesión pública de la fe en Jesucristo es una parte integral de la conversión. Al confesar con la boca que Jesús es el Señor, la persona convertida proclama su lealtad a Cristo y su compromiso de seguirlo.

Transformación de vida: La conversión no es simplemente una declaración de fe, sino un cambio real en el estilo de vida. Implica una transformación continua, capacitada por el Espíritu Santo, que produce frutos de justicia y amor.

Obra del Espíritu Santo: La conversión es un acto de Dios en el cual el Espíritu Santo trabaja en el corazón de una persona, convenciéndola de pecado, guiándola hacia la verdad y capacitándola para seguir a Cristo.

ROMANOS 10.
I. El Anhelo de Pablo por la Conversión (Romanos 10:1-4, RV60):
Paulo, un apasionado perseguidor de la fe, se convirtió en un apasionado predicador. Su oración constante era para que su pueblo, el pueblo judío, conociera la salvación en Cristo, este celo luego se extendió a todo el mundo.
Reflexionemos sobre la intensidad de las oraciones de Pablo y cómo esta pasión debe reflejarse en nuestra búsqueda de la conversión genuina, no solo para nosotros sino para aquellos que nos rodean.
Romanos 10:2: «Porque yo les doy testimonio de que tienen celo de Dios, pero no conforme a ciencia.»

A a medida que nos sumergimos en este versículo de Romanos 10:2, vemos que Pablo, nos presenta una reflexión profunda sobre la actitud religiosa de su propio pueblo, Israel. Prestemos atención a cada palabra y permitamos que el Espíritu Santo nos ilumine.

1. «Porque yo les doy testimonio»:
Pablo comienza con un testimonio personal. Esta no es una simple declaración sin fundamento; es un testimonio basado en su experiencia y comprensión de la situación espiritual de su pueblo.

2. «de que tienen celo de Dios»:
El celo mencionado aquí no es una falta de fervor o entusiasmo. Israel demostraba un celo apasionado por Dios, manifestado en su adoración, sus rituales religiosos y su deseo de obedecer la ley. El problema no radica en la falta de fervor, sino en la dirección y la naturaleza de ese celo.

3. «pero no conforme a ciencia»:
Aquí es donde la evaluación de Pablo se vuelve crítica. A pesar del celo evidente, les falta un entendimiento profundo y verdadero de Dios. La palabra «ciencia» en este contexto no se refiere simplemente a conocimiento intelectual, sino a un conocimiento profundo y espiritual de la verdad divina. Podríamos traducirlo como «conocimiento verdadero o sabiduría».

En otras palabras, aunque Israel demostraba un celo religioso, este celo no tenía que ver con lo que Dios quiere, con su voluntad, ni con un conocimiento verdadero de Dios. Su adoración y devoción estaban basadas en tradiciones, rituales externos y una interpretación superficial de la ley, en lugar de un entendimiento profundo de la gracia redentora y la justicia de Dios revelada en Cristo.
¿A qué tiene la gente hoy devoción cuando hablamos de Dios? ¿Es una devoción verdadera?

Aplicación Práctica:
Este versículo nos desafía a examinar nuestra propia relación con Dios. ¿Tenemos celo por Dios en nuestras vidas, en nuestras prácticas religiosas, pero nos falta una comprensión profunda de su voluntad y verdad revelada en Jesucristo? Es fácil caer en la trampa del ritualismo vacío o la tradición superficial, o en la emociones, o en lo “que Dios me dice”, algo subjetivo. Todo esto desgraciadamente muchas veces está alejado de ser “conforme a ciencia”, y lo peor es que esto nos lleva a una vida despistada, religiosa e incluso institucional o formal, sin realmente conocer a Dios en un nivel personal y transformador.

Como creyentes, debemos buscar el celo por Dios a través de un conocimiento profundo de Su Palabra y de una relación verdadera con Jesús, permitiendo que el Espíritu Santo nos revele la profundidad de Su amor y gracia. Que nuestro celo esté arraigado en un entendimiento sabio y genuino de Dios, no en prácticas vacías o tradiciones sin significado o costumbres institucionales. Que la luz de la verdad divina ilumine nuestras vidas y nos guíe a una comunión más profunda con nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

II. La Justicia por Fe (Romanos 10:5-8, RV60):
El problema del judío es que se justificaba delante de Dios mediante las obras, cuestión que como sabemos nunca eran capaces de alcanzar, porque todos cometemos errores y no somos perfectos.
Versículos 5-6:

«Porque de la justicia que es por la ley Moisés escribe así: El hombre que haga estas cosas, vivirá por ellas. Pero la justicia que es por la fe dice así: No digas en tu corazón: ¿Quién subirá al cielo? (esto es, para traer abajo a Cristo); o, ¿quién descenderá al abismo? (esto es, para hacer subir a Cristo de entre los muertos).”

La justicia que es por la ley: Pablo está recordando las palabras de Moisés en Levítico 18:5, donde se establece que aquel que cumple con los mandamientos de la ley vivirá por ellos. Sin embargo, este enfoque en el cumplimiento estricto de la ley se revela como insuficiente para alcanzar la justicia perfecta que Dios requiere.

La justicia que es por la fe: Aquí, Pablo contrapone la justicia basada en la ley con la justicia basada en la fe en Jesucristo. Muestra que la fe no es algo imposible de alcanzar, más bien es algo que el hombre puede hacer, sólo tiene que creer y también Cristo no está en lo más alto o lo más profundo, como si estuviera lejos de nosotros. Más bien, la justicia por fe reconoce que Cristo ya ha venido a nosotros y ha resucitado, Cristo está cerca de nosotros, podemos tener una relación con él a través de la oración, de una forma cercana, como un amigo.

Versículos 7-8:
«Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón; es decir, la palabra de fe que predicamos.»

Cerca de ti está la palabra: Pablo enfatiza que la palabra de fe, el mensaje de salvación mediante la fe en Jesucristo, está al alcance de todos. No es algo inalcanzable o difícil de entender.

En tu boca y en tu corazón: La salvación no es un proceso complicado que requiera actos heroicos como subir al cielo o descender a los abismos. Pablo dice que la palabra de fe está en nuestra boca y en nuestro corazón.
El evangelio, el mensaje de salvación es sencillo, es poner nuestra confianza en Jesús.
Al igual que el judío no podía llegar a Dios por la ley, por las obras, tampoco se llega por la emoción, por la idea personal que se tenga de Dios a menudo distorsionada por la religión o las experiencias personales, tanto fuera como incluso dentro de la iglesia. Que inútil y sin sentido es juzgar a Dios por todo esto, la imagen de Dios está en la palabra de Dios no en nada más, ni en nadie más.

Por tanto la verdadera conversión se fundamenta en la fe en el sacrificio de Jesús.

III. La Importancia de la Confesión (Romanos 10:9-10, RV60):
Creer en tu corazón: La fe genuina no es solo una profesión de labios, sino una convicción interna. Es la creencia en el corazón en la obra redentora de Jesucristo, especialmente en su resurrección de entre los muertos. Creer en Jesús como el Señor y Salvador es esencial para la salvación.

Serás salvo: Pablo enfatiza la promesa de la salvación para aquellos que confiesan y creen. La salvación no es algo que debamos ganar por nuestros propios méritos, sino que es un regalo de Dios para aquellos que responden con fe y arrepentimiento, confiando en Dios y en su palabra.

Por eso dice, con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación: Esta frase subraya las dos caras de la moneda, una de la creencia interna y la otra de la confesión externa. La fe interna es la base para la justificación delante de Dios, mientras que la confesión pública con la boca es el testimonio que nos lleva a la salvación.

IV. Sin Distinción de Personas (Romanos 10:11-12, RV60):
Pablo elimina las barreras culturales y sociales al afirmar que no hay distinción entre judío y griego.

Ciertamente el amor de Dios y su salvación no es cuestión de religiones ni de culturas, Dios es el mismo Dios y creador de todos, y esta salvación está abierta a todos, independientemente de su origen étnico, posición social o historial. El amor redentor de Jesucristo no tiene límites.

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