Predicación bautismos 2019

Predicación bautismos 2019

Buenos días estimados hermanos, familiares y amigos que compartimos un acto especial en este paisaje tan bello y especial como es la playa de la muralla aquí en el Puerto de Santa María.

En esta mañana un total de 7 personas van a cumplir precisamente el último mandato de Jesús ya resucitado, antes de ascender al cielo delante de los mismos apóstoles y que dice así:

 “Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda autoridad me es dada en el cielo y en la tierra. 19 Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén Mateo 18:18-20,

Jesús mismo manda que se bauticen a aquellos que creen en Jesús, como dice el pasaje que acabamos de leer, que aceptan ser discípulos de Jesús, que conlleva más que un creer intelectual en la figura o persona de Jesús, implica un compromiso y una creencia genuina por encima del meramente conocimiento intelectual o religioso. Que Cristo mandara esta práctica, indica muchas cosas, para entender que estamos haciendo tenemos que considerar antes algunas cosas.

La palabra Bautismo proviene del griego βάπτισμα, báptisma, que significa “inmersión”. Y es eso exactamente lo que es, una inmersión, en este caso una inmersión en agua. No deja de ser un simbolismo: El agua es el medio y la forma por excelencia para la limpieza, para quitar aquello que con el tiempo alguna cosa o persona va acumulando, es decir la suciedad y las impurezas.

Estaremos de acuerdo que la suciedad y las impurezas no son deseables, sino que son elementos extraños que se van acumulando o adhiriendo a las cosas y a las personas, y que de alguna forma lo afectan. La suciedad es un problema ya que impide ver la esencia original, de alguna forma la suciedad tapa o nubla aquello sobre lo cual se adhiere, y no solamente es algo estético, o de percepción, sino que incluso puede afectar a la cosa o a la persona, llevando al deterioro o a la enfermedad según el caso.

Es necesario por tanto hacer limpieza, es decir quitar aquello que como decimos no está en el diseño original de las cosas y de nuestra persona, y uno de los elementos que usamos es el agua.

En particular, en el judaísmo se usaba la simbología del agua para indicar que la persona necesitaba limpiarse, pero no solo externamente (el polvo, la suciedad, el sudor, etc., etc…) sino que al igual que había que limpiarse por fuera, también es necesario hacerlo por dentro y por ello se practicaban limpiezas purificadoras antes de poder acceder al culto, a la sinagoga, a los templos, etc…

Pues bien la Palabra de Dios, usa también esta metáfora o simbología para indicar que el hombre necesita al igual que estar limpio por fuera, ser limpio por dentro, y aquí no nos referimos a la biología del hombre, sino a su componente espiritual que algunos niegan.

Limpiarnos interiormente quiere decir reconocer. Reconocer que dentro de nosotros existe pecado. Claro cuando llegamos a esta palabra, muchos se extrañan, hay quien ve en esto solo una cuestión negativa, que es algo pasado de moda y que es pura religiosidad.

Pero nos pongamos como nos pongamos, nos empeñemos todo lo que nos empeñemos, tenemos que reconocer que muchas veces actuamos mal, que deseamos el mal hacia los demás, que hacemos daño a los demás y nos lo hacemos a  nosotros mismos y esto precisamente es algo que Dios rechaza profundamente. El no reconocer lo que somos y negar lo que es evidente precisamente es una de las causas que impiden que seamos limpios, es decir que reconozcamos y que nos arrepintamos de aquello que nos tenemos que arrepentir. El que niega no se sana, el que niega no se limpia, el que niega no se cura, el que niega no se arrepiente, el que niega no cambia.

Esta cuestión del pecado o del reconocimiento de que hacemos lo malo, no solo es una cuestión que nos afecta a nosotros, Dios también tiene aquí algo que decir: La Biblia declara que Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza (Génesis 1:26) y Dios es el primero que se levanta contra alguien que va contra la dignidad del hombre y la mujer, ya que son la obra maestra de su creación. Así que el obrar mal el hombre contra el hombre, o del hombre contra sí mismo, no sólo es pecar contra uno mismo o los demás, es también pecar contra Dios.

La definición de pecado más clara que encontramos en la Biblia está en el libro de 1 Juan 3:4: “el pecado es infracción de la ley”. En otras palabras, pecar es incumplir la ley. Pero, ¿qué significa esto?

El mismo apóstol Pablo dijo a los habitantes de Atenas en su visita a la capital de la filosofía griega y del conocimiento de su época de qué tiene que arrepentirse el hombre y cual su infracción, cual su pecado, en una forma que tiene muchas similitudes con nuestro tiempo actual, y dijo así:

El Dios que hizo el mundo y todo lo que hay en él es Señor del cielo y de la tierra. No vive en templos construidos por hombres, 25 ni se deja servir por manos humanas, como si necesitara de algo. Por el contrario, él es quien da a todos la vida, el aliento y todas las cosas. 26 De un solo hombre hizo todas las naciones[a] para que habitaran toda la tierra; y determinó los períodos de su historia y las fronteras de sus territorios. 27 Esto lo hizo Dios para que todos lo busquen y, aunque sea a tientas, lo encuentren. En verdad, él no está lejos de ninguno de nosotros, 28 “puesto que en él vivimos, nos movemos y existimos”. Como algunos de sus propios poetas griegos han dicho: “De él somos descendientes”.

29 »Por tanto, siendo descendientes de Dios, no debemos pensar que la divinidad sea como el oro, la plata o la piedra: escultura hecha como resultado del ingenio y de la destreza del ser humano. 30 Pues bien, Dios pasó por alto aquellos tiempos de tal ignorancia, pero ahora manda a todos, en todas partes, que se arrepientan. (Hechos 17:24-29)

Aquí encontramos la base del arrepentimiento, el hombre la he dado la espalda a Dios, no reconoce que él exista. Pablo declara también que no solamente somos creación de Dios, sino que dependemos en nuestra existencia de él diciendo que “en él vivimos, nos movemos y existimos”

También indica Pablo que Dios es un Dios vivo, que no vive en templos humanos hechos de manos de hombre, sino que Él es el creador y Señor del universo.

En su argumentación, declara que el hombre no reconoce todo esto y que da la espalda a Dios. También indica algo muy interesante y es que los atenienses eran muy filósofos y científicos pero además muy religiosos, pero Pablo argumenta también que Dios no es ninguna religión aunque la gente lo confunda con ella. Definitivamente Dios no es ninguna religión, es más muchas veces la religión es un obstáculo para conocer a Dios.

Pues bien, Pablo manda a sus oyentes que se arrepientan de todo esto, es más declara que la base de la maldad, el egoísmo y la corrupción humanas proviene de darle la espalda a Dios, su creador, esto es muy interesante. En otra de sus cartas, en su carta a los Romanos lo argumenta.

Libro de Romanos capítulo 1, versículos 20-24:

20 Desde la creación del mundo las cualidades invisibles de Dios, es decir, su eterno poder y su naturaleza divina, se perciben claramente a través de lo que él creó, de modo que nadie tiene excusa. 21 El hombre a pesar de haber conocido a Dios, no lo glorificó como a Dios ni le dió gracias, sino que se extraviaron en sus inútiles razonamientos, y se les oscureció su insensato corazón. 22 Los hombres, aunque afirmaban ser sabios, se volvieron necios 23 y cambiaron la gloria del Dios inmortal por imágenes que eran réplicas del hombre mortal, de las aves, de los cuadrúpedos y de los reptiles.

24 Por eso Dios los entregó a los malos deseos de sus corazones, que conducen a la maldad, y a la depravación moral. 25 Cambiando la verdad de Dios por la mentira,…

Pues bien en esta mañana, muchas personas que estamos aquí hemos reconocido esta verdad acerca de Dios, nos hemos vuelto a Dios, no a una religión sino a una relación con el Dios vivo, el Dios que hizo el universo y que aún quiere relacionarse de una forma personal con nosotros, y para ello reconocemos esta verdad y nos volvemos, es decir nos arrepentimos haciendo nuestro aquella verdad que hemos leido de Pablo en el libro de Hechos: que “Dios pasó por alto aquellos tiempos de tal ignorancia, pero ahora manda a todos, en todas partes, que se arrepientan” (Hechos 17:29)

Por tanto en esta mañana que bajamos a las aguas del bautismo, precisamente estamos señalando este reconocimiento de que uno necesita ser limpiado por dentro, no solo físicamente, sino espiritualmente, es una simbología del arrepentimiento.

Por otro lado también es un símbolo de obediencia, ya que la misma Palabra de Dios manda que todos aquellos que crean en Cristo Jesús arrepintiéndose de su manera vana de vivir, que se arrepientan.

Así que no hay bautismo sin arrepentimiento, como vemos en otra ocasión donde el apóstol Pedro dijo también en el libro de Hechos 2:38,41 “Arrepentíos,  y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados;  y recibiréis el don del Espíritu Santo. 41  Así que,  los que recibieron su palabra fueron bautizados;  y se añadieron aquel día como tres mil personas.” 

Y este bautismo es de inmersión, es decir la persona se sumerge completamente en el agua para volver a salir, así que el único bautismo conocido en la Biblia es el bautismo de arrepentimiento del pecado (Hechos 2:38) por la inmersión en agua. 

Pero este bautismo se hace en el nombre de Jesús, ¿por qué? Porque precisamente es Jesús quien hace justa (es decir no culpa de pecado) a la persona que se arrepiente delante de Dios.

Pablo de nuevo argumente en su libro a los Romanos 3:22-26 donde dice:

Esta justicia de Dios llega, mediante la fe en Jesucristo, a todos los que creen. De hecho, Dios no hace distinción, 23 pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios, 24 pero por su gracia son justificados gratuitamente mediante la redención que Cristo Jesús efectuó.[h] Anteriormente, en su paciencia, Dios había pasado por alto los pecados; 26 pero en el tiempo presente ha ofrecido a Jesucristo para manifestar su justicia. De este modo Dios es justo y, a la vez, el que justifica a los que tienen fe en Jesús.

Así Dios, que no puede tener relación con el mal ni el pecado, puede tener relación con el hombre que es falible y pecador, por medio de Cristo Jesús, quien nos hace justos delante de Dios, nos declara justos delante de él, aunque no lo seamos. En términos legales sería declarar justo a alguien que no lo es, y esta es la obra de Jesús, su justicia es nuestra justicia.

Por eso el bautismo en agua es una señal exterior de una transformación interior del corazón.  Es una confesión de nuestra salvación y fe en el Señor Jesucristo como nuestro único y suficiente Salvador. Es la declaración exterior de que Dios nos declara justos y nos perdona aunque no seamos justos.

El bautismo es una muestra, un dibujo de la naturaleza del hombre y de otra naturaleza nueva y posible. En otra simbología de la Biblia llamada “el nuevo nacimiento” nos habla de  una nueva vida, una nueva forma de vivir, no física sino espiritual. 

Cristo murió y resucitó, venciendo al mal y a la muerte  Cuando creemos en Jesús como nuestro Dios y Salvador, también morimos  al viejo hombre interior con sus malos hábitos y vicios.  Por la fe debemos mostrar al mundo por el bautismo nuestro deseo de seguir a Jesús y nuestra decisión de andar una vida nueva  (Romanos 6:1-8,  Gálatas 2:20). Este sumergirnos en el agua y volver a salir de la misma precisamente simboliza esta muerte a nuestra antigua manera de vivir y un nuevo nacimiento a otra vida muy diferente, donde no se le da la espalda a Dios.

Como bien explicar de nuevo Pablo Romanos 6:3,4 “¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús,  hemos sido bautizados en su muerte? 4  Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo,  a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre,  así también nosotros andemos en vida nueva”. Así que el bautismo entre otras cosas es:

  1. Es un acto y señal de arrepentimiento
  2. Es un símbolo de que hemos  muerto al pecado y resucitado con Cristo a una nueva vida
  3. Y todo esto lo dejamos claro delante de los demás en un testimonio público.

Y es que el amor de Dios precisamente es el que nos anima a creer en él, es su amor el que nos anima hoy a obedecer en el bautismo, es Dios quien se mueve a misericordia cuando ve al hombre sufrir en su propia maldad, y es Dios el único que muere en lugar del hombre injusto.

Juan 3:16-17 lo dice de esta manera:

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna.

17 Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él

El hombre que cayó en un pozo (pozo como metáfora del hombre caído)

Un hombre cayó en un pozo y no podía salir.
Pasó un optimista y dijo: “No estás tan mal. Podrás salir”.
Pasó un pesimista y dijo: “¡Qué horror! ¡Nunca saldrás de allí!”
Pasó una persona objetiva y dijo: “Es lógico que alguien caiga allá dentro”.
Pasó una persona autocompasiva y dijo: “¡Usted no ha visto nada hasta que vea mi pozo!”
Pasó un legalista y dijo: “Probablemente mereces estar en ese pozo”.
Pasó un fariseo y dijo: “Solo gente mala cae en los pozos”.
Pasó un oportunista y dijo: “¿Cuánto estás dispuesto a pagar por salir?”
Pasó un siquiatra y dijo: “Vamos a hablar acerca de tu pozo”.
Pasó un psicólogo y dijo: “A lo mejor es culpa de tus padres, que estés ahí”.
Pasó un moralista y dijo: “Ahora que te has manchado en ese pozo ¿Quién te va a querer?”
Pasó un matemático y dijo: “Quiero calcular como caíste en el pozo”.
Pasó un periodista y dijo: “Quiero una entrevista exclusiva sobre tu experiencia en el pozo”.
Pasó un científico y dijo: “El pozo solo está en tu mente”.
Pasó un terapeuta y dijo: “Cree en ti mismo, y podrás salir del pozo”.
Entonces vino Jesús. Y aquí leemos las palabras del Salmo 40:2:
Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; Puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos”.

José A. Cervero Septiembre 2019

 

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