En el mundo actual marcado por el positivismo, es decir, la teoría o doctrina en la cual se necesitan pruebas para verificar un hecho, nos encontramos con un dilema para le existencia científica de Dios. El positivismo en su “principio de verificación” indica que una proposición para ser verdadera debe de ser demostrada empíricamente (verificable a través de la experiencia). Ahora bien, esta misma declaración se contradice a sí misma, ya que por sí misma, la propia teoría no puede ser verificada ni refutada. Debido a ello, la teoría positivista no convence demasiado, y más aún, hace resurgir el interés en la metafísica y la filosofía de la religión desde un punto de vista científico o filosófico.
Por ejemplo, en la presunción tan extendida del ateísmo se indica que, al no tener evidencia empírica de la existencia de Dios, Dios no existe. Ahora bien, en buena lid, deberíamos justificar tanto la afirmación “Dios existe” como la afirmación “no existe” y, al ambas no poder ser justificadas desde el punto de vista del positivismo, más sensato es decir que “no se sabe” y dejar paso al agnosticismo (solo sé que no se nada). Esta posición evidencia el problema de que “la ausencia de evidencia no es evidencia de ausencia”. Curiosamente en la física teórica actual se usan postulados de cosas para las cuales no hay evidencia y “nadie dice nada”.
Otra cuestión que se debate es que si Dios existiera dejaría más evidencia de sí mismo, llamada “ocultación de Dios”; y que si Dios se hiciera evidente, habría evitado la incredulidad del mundo y este se relacionaría con Él como su creador. Pero aquí tenemos otro problema, no hay ninguna razón de que la evidencia despierte la creencia. En la epístola de Santiago 2:19 encontramos que “los demonios creen que existe Dios y tiemblan”. Es decir, la evidencia de la existencia no implica el creer en el sentido de relación con Dios.
Por otro lado, la Biblia describe un trato de Dios con el hombre en el cual cada vez Dios se muestra menos evidente externamente para hacerse presente en el interior de la persona que cree. Pensemos en la revelación tan maravillosa de su presencia y existencia a su pueblo Israel en el Antiguo Testamento, con demostraciones de milagros en calidad y cantidad. Pues bien, estos no produjeron fe en su pueblo sino que Israel cayó en una incredulidad y apostasía constantes.
Así que no es cierto que la manifestación evidente de Dios haga que más personas lleguen a creer en Él y amarlo. Quizás incluso provoque rebeldía tal y como ya pasó en los tiempos antiguos.
Así que Dios existe, pero ni es cierto que el hecho de que se pueda verificar indica científicamente su no existencia, ni tampoco el hecho de que no se muestre tan evidente garantizaría la creencia. Por ende, lógica y científicamente, ambas posturas son incorrectas.
Yo me quedo con mi fe en Dios, que se hace evidente en mi vida diariamente de una forma que sólo el que cree sabe por experiencia y evidencia.
» Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. » (Hebreos 11:1)
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