Una reflexión sobre la humildad

Una reflexión sobre la humildad

Una reflexión sobre la humildad

Una reflexión sobre la humildad para creyentes e incrédulos.

mensaje sobre la humildad¿Te crees el centro de todo?, quizás sí, quizás yo también, pero nosotros los cristianos hemos aprendido que no somos el objetivo de la creación, aunque a menudo lo creemos así, el objetivo de todo lo creado es la gloria y honra de Dios mismo. Esto es importante al empezar a hablar de un tema poco frecuente (y cada día menos…) como lo es la humildad, es más, la esencia de nuestra creación es finita (somos criaturas y creados, no nos hemos creado a nosotros mismos) y necesariamente dependientes de Dios, así que el orgullo es ir contra nuestra propia esencia, es ir “contra natura”.

Cuando creemos en Jesús, la escritura nos dice que somos “nuevas criaturas”, que “nacemos de nuevo”, entendiendo que nuestra vida toma un nuevo camino a veces muy diferente del anterior, así que en términos de creación,  todo  volvemos en muchos sentidos a nuestro estado inicial, al objetivo primigenio de la creación de Dios en nosotros, por tanto esta nueva naturaleza pasa por la humildad. Así que siendo ahora tan distintos como creyentes de lo que éramos antes, puedo decir que la humildad debe de formar parte de mi carácter cristiano, como uno de los frutos del Espíritu Santo en mi vida, es decir, que si mi propia vida no muestra un énfasis en la humildad, mal creyente seré, poco ejemplo podré dar, pobre ministerio y pobres aquellos a los que sirva.

¿Acaso mi nueva vida no depende completamente de Jesús? Por supuesto que sí, pero no se trata solo de creer, sino de seguir a Cristo, por ello mi dependencia de Cristo Jesús también es una de las bases de mi crecimiento espiritual. No puedo seguir a Cristo sin ser humilde, sin identificarme con Él, precisamente Cristo fue “manso y humilde”, como se expresa en Juan 11:29,

“Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas”,

el hacer lo contrario, es decir el orgullo está más ligado a la figura de Satanás, quien es la máxima expresión de la rebelión contra Dios.

Verdaderamente, Cristo se somete al Padre, se somete a la voluntad de Dios, no busca su propia gloria, no predica su propia doctrina, no hace lo que le dicta su deseo, no construye su propia obra, se niega a sí mismo, por tanto el seguir a Cristo tiene que ver con la presencia de todo esto en mi vida:

¿Me niego a mí mismo? ¿Sigo mi propia voluntad? Es más, ¿intento imponer mi voluntad a los demás?, ¿predico mi propia doctrina añadiendo a la Palabra?, todo esto es ya suficientemente importante para mi vida y relación personales con Dios, pero aún más cuando se da el caso de que tengo un ministerio como pastor en la iglesia; He visto muchos ministerios con un halo de orgullo, no me gustaría caer en el mismo error. Hay muchas iglesias en las que el pastor o los ministerios son más importante que incluso Dios, se les sigue más que a Dios mismo, “no importa lo que diga la Biblia, lo que importa es lo que diga el líder”, no me gustaría que la mía fuese así, y menos por mi culpa.

En Cristo tengo claramente el ejemplo, no solamente fue humilde, sino que predicó y enseñó la humildad, así que en mi propio ministerio he de hacer dos cosas: Ser humilde, practicando la humildad y aún: Enseñar la humildad. Es la mejor forma de motivar a los creyentes de mi congregación a que sean verdaderamente libres, incluso libres de mí como ministerio, libres para Dios, siendo dependientes de Dios y no de ninguna institución u hombre.

De nuevo, nuestro deseo y poder personales no son suficientes, a mi naturaleza  no le gusta ser humilde, sino todo lo contrario, por eso mi esfuerzo humano por cambiar es vano, es solo por gracia una vez más, una acción del Espíritu Santo en mi vida. Sólo Cristo puede vencer el mal que hay en mí en forma de orgullo, estando con Jesús de forma personal, no es la religión, es la relación con Cristo la clave, la religión no salva, Cristo sí.

Y es que precisamente siendo humilde delante de los demás, muestro que me humillo ante Dios, pero no solo los domingos o “fiestas de guardar”, sino en mi vida diaria, en mi trabajo, en mi familia, con los hermanos, ¿no es acaso la humildad la mejor arma para este mundo orgulloso? Pienso que definitivamente sí.

Que incongruencia el hecho de que, a veces, aquellos que pretenden mostrar su cercanía a Dios, se muestren alejados de aquellos otros “que no lo están”, cuando precisamente esto es la mejor forma de alejarse del carácter de Cristo. Por eso nunca he de olvidar que soy un pecador perdonado, que la humildad forma parte de mi redención, que necesito diariamente la gracia que encuentro en Cristo Jesús para seguir caminando, un pecador que quiera seguir caminando necesita ser humilde y reconocer su condición diariamente para seguir en paz con Dios.

Finalmente el único camino de la humildad pisa sobre el sendero de la muerte del ego, del yo, al igual que hizo Jesús mismo,

Efesios 2:5-8 “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”.

Esta experiencia también es para mí, al igual que también lo experimentó Pablo, cuando dijo

“…porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”, 2 Corintios 12:10.

Él descubrió que en el sufrimiento de una enfermedad o de una circunstancia es posible ver más allá y que todo tiene un plan para aquellos que creemos en Dios.

Al igual que Pablo encontró una excelente escuela para madurar que transformó su carácter y su dependencia de Cristo,  es posible para mí, por eso dijo también en Filipenses 4:12-13,

“Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece. “

Por lo cual la humildad es la primera obligación del creyente delante de Dios, origen de toda bendición, es la atalaya segura, cuando aún la promesa que todavía no se ha cumplido ayude a transformar nuestro carácter y nos entrene y discipline para finalmente llegar a experimentar su cumplimiento: La humildad es la base de la fe, la piedra angular del carácter de Cristo Jesús.

José Antonio Cervero. Marzo 2018